Tres recortes de prensa
El Musel, Saint-Nazaire, Dunkerque, Leningrado
Partida de El Musel, transbordo en Saint-Nazaire y llegada a Leningrado. Octubre de 1937.
Las noticias en la prensa de aquellos días inciertos, leídas hoy, comportan un gran poder evocador y la posibilidad de viajar, un poco, al tiempo de “La partida”.
Curiosa noticia en la prensa de Dunkerque (norte de Francia) sobre el cambio del transbordo de nuestros niños, inicialmente previsto en ese puerto y finalmente desarrollado en Saint-Nazaire.
TRADUCCIÓN
Los 1.400 pequeños Españoles de Saint-Nazaire deberían haber sido embarcados en Dunkerque
“Se anunció que el vapor francés “Dairiguerrme” había logrado salir de Gijón sin problema, llevando a bordo 1.400 niños españoles.
El navío llegó el sábado a mediodía a Saint-Nazaire y los pequeños pasajeros fueron transbordados al carguero mixto soviético “Cooperatzia”.
Era en Dunkerque donde, en principio, debía hacerse esta operación. En el último momento, y por diversas razones, el puerto de Saint-Nazaire fue preferido al nuestro“.
A continuación, reseña en portada del diario madrileño “La Libertad”, reflejando la acogida de los nuestros en Leningrado, acontecida el lunes 4 de octubre de 1937, once días después de la partida de El Musel.
Las acompañantes de los niños vascos
Sorprendente noticia sobre las acompañantes de los niños vascos, parte de las cuales no llegó a desembarcar en Leningrado y regresó a Dunkerque (Diario “El Gran Eco del Norte”, 30 de junio de 1.937).
Diario “El Gran Eco del Norte”, 30 de junio de 1.937.
Documentos, referencias y traducción del francés proporcionados por nuestro colaborarador Luis Garrido (Nantes, Francia)
Buque Sontay. Colección de Xavier Escallier
TRADUCCIÓN
TREINTA Y OCHO MUJERES ESPAÑOLAS QUE HABÍAN ACOMPAÑADO A 1.500 NIÑOS A LENINGRADO DESEMBARCAN EN DUNKERQUE
Las desilusiones de una tripiulación francesa.
Ayer, a las 4 de la mañana, el vapor “Sontay” de las “Messageries Maritimes”, ex “Bayern”, procedente de Leningrado, entró en el puerto de Dunkerque.
Este barco había embarcado en Pauillac a mil quinientos niños vascos, que fueron traídos allí desde Bilbao por el vapor “Habana”.
Para acompañar a estos desafortunados niños, muchos de ellos huérfanos, ochenta y tres mujeres jóvenes y también enfermeras obtuvieron plaza en el buque de carga mixto. Algunas de ellas se habían comprometido a quedarse con los niños en Rusia; las demás estaban indecisas. Treinta y ocho de ellas, al menos, se negaron a desembarcar en el puerto soviético, no queriendo intentar la aventura ni asumir el riesgo de no volver pronto a España. A pesar de las persistentes invitaciones que recibieron, se negaron obstinadamente a abandonar la nave.
Así, ayer llegaron a Dunquerque, donde insistimos en verlas. Estaban disfrutando de un trozo de ternera con tomate en la popa cuando las importunamos, y se mostraron dispuestas a interrumpir su comida por unos instantes momento para dejarse fotografiar en la cubierta.
La señorita Lorenzo habla un francés perfecto; era la intérprete y se mostró amable con sus compañeras.
– ¿Por qué no querías desembarcar en Leningrado?
– Por varias razones. Sentimos que es nuestro deber acercarnos a nuestro país. Podemos permanecer en Francia…
– …donde la vida es más agradable que en Rusia.
– ¡No hay duda! Nuestra patria nos llama, nos atrae. Durante la travesía, la TSF nos contó sobre la caída de Bilbao y la entrada de las tropas de Franco…
– …que se acercan a Santander…
Pero, ¿qué sentido tiene despertar en estos jóvenes corazones la tristeza, el resentimiento y quizás las aspiraciones discretamente alimentadas?
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Era más interesante, ciertamente, saber qué recepción se había reservado para los niños y la tripulación.
El capitán Brignaudy sonrió, pero no dijo nada; se contentó con mostrar una benévola impresión de escepticismo y discreción indulgente.
Pero los marineros no fueron tan discretos, y no ocultaron la decepción que sintieron en este primer viaje a la Rusia Soviética. Y esto es lo que nos dijeron.
Cuando el barco atracó, (el pasaje) se encontró con una colosal demostración prevista para la recepción de los 1.500 pequeños vascos. Sólo había unos pocos delegados y unos 30 niños traídos en grupo, mientras la música tocaba y tocaba la Internacional en el rompeolas. Al mismo tiempo, a los jóvenes refugiados españoles se les enseñó a levantar los puños.
Para la tripulación era otra cosa. Un funcionario, con estrellas en las mangas, recogió todos los papeles de los marineros y se los llevó. Unas horas más tarde, el comisario regresó y cada una de las documentaciones individuales contenía una etiqueta con las palabras “aceptable” o “indeseable”.
A catorce de los cincuenta hombres de la tripulación se les negó el permiso para bajar a tierra, incluyendo al capitán, el médico, el mayordomo y también un marinero -el único registrado en el Partido Comunista-. Este último protestó y mostró su tarjeta con la hoz y el martillo; siguió siendo indeseable. Furioso, rompió su tarjeta y arrojó los pedazos a los pies del oficial.
– Ya les diré, allá en Marsella, cómo recibís a vuestros “camaradas”.
Insistentemente, después de este gesto, el marinero fue cordialmente invitado a desembarcar. Se negó en hacerlo, ¡y con mucha razón!
En cuanto a los demás hombres de la tripulación autorizados a desembarcar, bajaron en fila, escoltados por guías femeninas que hablaban francés, impidiéndoles desviarse del grupo y que, ante cualquier pregunta embarazosa, repetían fríamente: “No podemos responderle”.
Al mediodía, las 38 jóvenes españolas desembarcaron del” Sontay” y subieron a un autobús que las llevó a la estación. En el tren de la 1:03 pm, llegaron a Calais donde tomaron el “Rápido” de París.