Recuerdos compartidos, 1

Pablo Fernández-Miranda.

Como gotas brillantes caen burbujas en nuestras redes sociales. Todas ellas conforman un preciado líquido tan valioso como escurridizo. Por el desagüe de la desmemoria y del tiempo van deslizándose y huyendo. Unas veces son imágenes; otras, deseos, recuerdos, anécdotas. Es un tesoro tan cuantioso y rico que -todos- no se puede guardar en una caja fuerte: no cabe.

Hace unas semanas, a mediados del mes de diciembre con el que acabó el año 2021, respondiendo a una llamada de Pablo “Deusto”, unos cuantos deslizásteis unas pinceladas de recuerdos tan valiosos como otros muchos, pero que me hicieron pensar: ¿y si de vez en cuando los atesoráramos guardándolos en la caja de caudales de nuestra página web? Otros muchos se seguirán perdiendo, pero al menos algunos los tendremos ahí, accesibles a todos los interesados, los socios y amigos de la Asociación y también para los visitantes de la página.

Invito a que esto sea un trabajo colectivo. Aunque no tenga orden ni concierto y la mayoría se queden en el tintero. Por supuesto que lo mejor sería cuando el que lanza el mensaje se animara a darle forma para publicarlo en la web; que nadie se inhiba, a veces una pequeña frase encierra una joya. Y si es a otro al que le inspira un micro-relato o simplemente una recopilación, como es mi caso ahora, adelante.

La escultura de El Arbeyal

Alberto Moreira, hijo de Vicente Moreira (el autor de la obra) escribía:

Hola. Yo soy uno de los hijos del escultor (Vicente Moreira Picorel, un niño de la guerra). Como anécdota de este monumento puedo aportar un poco. Recuerdo que fueron los repatriados de Gijón que pusieron mucho empeño en hacer algo en el puerto, sobre todo recuerdo a Ania (otro niño de la guerra). Querían colocarlo en el puerto del Arbeyal,  pero las autoridades portuarias no lo consideraron adecuado, pues es un puerto mercantil. Ofrecieron hacer un pequeño parque y colocarlo en el paseo marítimo, frente al puerto desde el que partieron los niños. La roca sobre la que asienta la escultura, procede de la sierra de Guadarrama en Madrid. La elegimos mi padre y yo en una cantera. Es una piedra natural no tallada y fue transportada hasta Gijón en un gran camión.

Xuanín también aportaba:

Mi padre también estuvo en Leningrado y recuerdo que nos contaba cosas. Yo soy el hijo menor y recuerdo cosas puntuales que le pedía que me contara de su periplo por aquellas tierras y me acuerdo que no daba crédito de lo que tuvieron que vivir el problema que no puedo poner nombres ni fechas pero de las situaciones puntuales sí. Él tenía una memoria histórica espectacular. Lo echo mucho de menos y ahora me doy cuenta de la importancia de aquellas vivencias

El Cerco de Leningrado

Alberto Moreira:

Si, mi padre estuvo en Leningrado, en la clase número 10. Aunque ahora no recuerdo anécdotas concretas de entonces, pero sí la percepción de lo mal que lo pasaron cuando huían del avance alemán… que pasaron mucha hambre, pero menos que los rusos, pues el estado estaba muy pendiente de ellos y de sus necesidades.

Xuanín:

Sí, de cómo estaban los cuerpos tirados por la calle cubiertos por la nieve. Fueron a enterrar a un compañero -me dijo- y lo pusieron en un trineo y lo llevaron al cementerio y el enterrador no les pidió dinero: les pedía un kilo de pan, a lo que se opusieron, intentando enterrarlo ellos. Pero no fueron capaces de abrir el suelo de lo congelado que estaba….y de cuando se alistaron en el ejército rojo pero -al poco- les dijeron que no podían ir al frente.

También me contó cómo escaparon por los montes, con paracaidistas y nazis pisándoles los talones, y las mulas reventando por el esfuerzo y la altitud.”

Mi padre también me contó que descargaban vagones de té y cuando acababan se metían el té por dentro de los pantalones para tener ellos y negociar

Sveta:

Yo tengo una historia parecida: mi padre se alistó con un grupo de amigos de Leningrado en el ejército; y contaba que, cuando estaban en el frente, sentían mucho miedo (él decía que «cagarse de miedo» no era una mera frase sino una realidad, cuando te estallan las bombas al lado y ves morir amigos). También me contó que, estando en la trinchera unos cuantos españoles, pasó el general Zhukov y preguntó qué hacia allí ese grupo de gitanos. Le dijeron: mi general no son gitanos son los niños españoles. Y él dijo que los sacaran de allí inmediatamente, que ya venían de España de una guerra y esta guerra no era de ellos. Mi padre me decía que había sido una gran suerte que los devolvieran al orfanato.

Samarcanda

Roberto:

Yo recuerdo alguna historia de mis padres, Vicente Navarro y Blanca Peñafiel, cuando estaban en Samarcanda, que no si será relevante.

A mi padre le ofrecieron recoger fruta, que estaba en la parte más alta de los árboles; como era ирюк (ramaje seco), era muy peligroso subir tan alto. Él juntó a una pandilla y recogían la fruta; no sé si por cada 5 cubos les daban uno. Y lo repartían. También tenían que ir a recoger la ración de comida, y anotarlo en la cartilla; y como parecía que había mucho ladrón y era peligroso, se juntaban varios con las cartillas y traían el pan.

Mi madre siempre ha sido miedosa. Estando en Samarcanda, en el pabellón de las chicas, por el calor que hacía dormían envueltas en sabanas mojadas. Un día entró un ladrón por la ventana y mi madre con voz tenebrosa gritó: «chicas, un ladrón» y todas salieron corriendo en pelota brava. En fin, historias de jóvenes.

Mi madre estudiaba enfermería. Iba a recoger algodón junto con Piedad Eguidazu -creo- y, como solo tenían un par de zapatos para las dos, se ponían uno cada una, y el otro pie lo vendaban, ya que en el hospital podían conseguir vendas.

En cuanto a la época de hambre, comían de lo que había: peladuras de patata, pepinos y каша манная. Mi tío Pacho. Francisco Peñafiel, creo que se comió un balde de каша. Cuando tenían comida -de lo que fuese- se hinchaban.

Tropiezos con la lengua

Roberto:

A veces les hacían bromas a los educadores. Cuando, al hacer gimnasia,  les decían levantar las «putitas» de los pies, ellos se reían. Cuando el educador preguntaba ¿lo digo mal?, ellos contestaban: ¡Noooo!! Lo dice muy bien.

Cuando alguno (de los rusos) les preguntaba cómo se dice «apaga la luz», y le respondian: «apaga la luz, mariposa». Y era un cachondeo…

Algunos educadores (españoles) hablaban mal el ruso. Una, en un restaurante, indignada le decía al camarero «deme un caballito» (лошадочка) queriendo decir «deme una cucharilla» ( ложечка). Cuando el camarero le decía que allí no tenían caballitos, ella indignada respondía: pues vaya un restaurante, que no tiene cucharillas.

En otra ocasión, en un barco, una educadora le pidió al capitán «dos marineros» ( матрос) еn lugar de «dos colchones» (матрац ) añadiendo que «con un marinero solo no dormía bien». Os figuráis la cara del capitán.

De Krasnovídovo a Birsk

Maya:

Mi padre recordaba que, cuando hacían alguna fechoría en la casa de niños, en Krasnovídovo, les castigaban desnudos en la cama todo el día, y como no tenían ropa que poner, no podían salir a jugar. Para ellos era el mayor castigo que podían recibir.

Cuando jugaban hacían dos bandos; y jugaban a la guerra tirándose piedras. De hecho a mi padre -que de mayor estaba medio calvo- le conté alrededor de 30 cicatrices en la cabeza. Cuando le preguntaba por qué tenía tantas cicatrices, él me respondía: por jugar a la guerra.”

Al principio no les gustaba la comida. Estaban acostumbrados a la comida española, y la tiraban por la ventana o la metían debajo del mantel, aplastándola con la mano. Después, cuando llegó la guerra y vino el hambre, comían de todo. El pan lo coleccionaban en sacas.”

En la evacuación, durante el trayecto en tren de Moscú a Saratov, los niños veían acercarse a los aviones alemanes bombardeándolos.

Cuando estaban en Birsk, en Los Urales, apareció en la casa de niños uno de los mayores, que se había alistado al ejército ruso y había ido a la guerra porque era de los mayores. En la casa de niños, todos se pusieron muy contentos, y se pusieron a su alrededor. El chico les dijo que tenía hambre y todos le llevaron comida. El caso es que quedaron asombrados porque el chico comió todo lo que le llevaron…y al poco rato se murió. Quedaron todos muy apenados.

Otro día, cuando estaban en Birsk y en época de hambre, los chicos salieron a robar manzanas a los huertos.  La contraseña entre los chicos, si aparecía el dueño, era «agua». Cuando estaban cogiendo manzanas, apareció el dueño con una escopeta. El que vigilaba dio la contraseña de agua y todos corrieron excepto mi padre, que no la oyó porque estaba en la copa de un árbol y -cuando se dio cuenta- vio al dueño con una escopeta… (que si coge a uno lo mata). Mi padre quedo inmóvil hasta que el dueño se fue y pudo bajar del árbol.

Mi tío Marcelino era un artista domando caballos salvajes. Cuando llegaron a los Urales los montaba y los domaba; hasta que, un día, uno de ellos lo tiró al suelo. Nunca más volvió a montar.

 

Pablo Fernández-Miranda.

Pues aquí quedan estas burbujas, que son un copia y pega sin otra variación que la de ordenar el hilo para facilitar su lectura, que se rompe en las conversaciones al mezclarse las frases de unos tras las de otros.  Espero que a los protagonistas de estos diálogos les parezca bien como resumen, pues como dice mi tocayo Pablo “Deustu” ¡De eso se trata!, de que no se olviden las pequeñas historias, que son las que conforman la memoria de nuestro colectivo, nuestra historia personal; y….., al fin y al cabo, la memoria histórica y democrática! Estas historias….son las que dan sentido a todas nuestras trayectorias personales!”

Solo me resta animar a seguir aportando cosas… y que algún otro se anime a recogerlas para publicarlas aquí, en la web de la Asociación. ¡Adelante con  la memoria de los nuestros!.

85 aniversario del Cerco de Leningrado

Pablo Zugasti informa: «Dentro del proyecto general dedicado al 85 aniversario de la llegada de los Niños españoles a la URSS, se van a realizar en San Petersburgo/Leningrado las siguientes acciones:

  • Los españoles en el Leningrado del bloqueo
  • Españoles en la Gran Guerra Patria
  • Españoles en el movimiento partisano

En el proyecto participan: Asociación «Norte-Niños de la guerra de la URSS», Museo de la Defensa y del Asedio de Leningrado, Museo de Historia Local de la ciudad de Pushkin-Tzarskoye Syelo, Universidad Politécnica. A ver si alguien se anima y envía su colaboración! Aunque parezca un detalle muy pequeño, una anécdota sin importancia…todo suma, todo es relevante, todo está bien!.

 

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