Saga de maestros

Libertad Fernández Inguanzo, jovencísima maestra entonces, estuvo estrechamente vinculada durante la Guerra Civil a la Institución de acogida infantil «Rosario Acuña».

Pertenecía a una familia de enseñantes. Su abuelo, José Fernández, era un profesor de segunda enseñanza que residía en Luarca, mientras que su padre, Esteban Ramón Fernández Rodríguez (Navelgas 1877 – Concha de Artedo, Cudillero, octubre de 1936) lo era de enseñanza primaria. Sus alumnos lo recuerdan como recto, serio y sabio. Llegó a organizar la agrupación del partido socialista de Villanueva de Trevías (Valdés) en la época que estuvo destinado en la localidad. Cuando es trasladado a La Pesa de Pría, pueblo del concejo de Llanes, conoce a Isabel Vicenta Inguanzo Díaz (La Pesa de Pría, 13 de enero de 1895 – Gijón, 7 de noviembre de 1960), que era hija de Alfredo y Teresa, una familia de labradores y agricultores acomodada de la zona. Que Isabel hubiera sido alumna suya, que solo tuviera 15 años o que este fuera 18 años mayor que ella, no fue obstáculo para que se casaran el 25 de junio de 1910, en Arriondas. Por aquel entonces Esteban residía en Margolles (Cangas de Onís) y tenía 33 años. Tuvieron trece hijos, catorce si contamos al que hubiera sido su primogénito de no haber fallecido a los 9 meses en el parto.

Esteban viajaba con frecuencia al extranjero. Le gustaba elegir el nombre de sus hijos y, en más de una ocasión, comunicaba el nombre que se le había ocurrido desde el lugar en que se encontraba, siendo después Isabel quien tenía que lidiar con el cura para inscribirlos. Sus nombres, de mayor a menor fueron: Horacio, Cesar, Sirio Ovidio (lo de “Ovidio” se lo añadió el sacerdote oficiante), Libertad, Estrella Argentina, María Luisa Antonia de Covadonga (a la que apadrinó un matrimonio de escritores vecinos sin saberlo el padre, de ahí esa lista del santoral cristiano), Carmen Diana, Helio I (murió quemado cuanto tenía dos años), Helio II, Vicente Newton, Teodora (nombre de la abuela paterna), Paz y Clementina. Durante los siguientes catorce años, los niños se desenvuelven entre las labores propias de la agricultura y ganadería, con una situación económica muy apurada. Después de ese tiempo, Esteban comienza un periodo de destinos sucesivos en pueblos asturianos: Arenas, Camarmeña, Inguanzo… En todos ellos la familia despierta simpatía y recibe ayuda de los vecinos. El 1 de marzo de 1931, Horacio, el hermano mayor, entra a trabajar como administrativo en el Orfanato Minero Asturiano, construido ese año y dirigido por Ernesto Winter Blanco. Dado que había estudiado magisterio, a partir del 1 de octubre del 32 ya trabaja en el orfanato como maestro y es el encargado de la organización de las primeras Colonias en Salinas y Pola de Gordón. Continuará de esa forma la saga familiar dedicada a la enseñanza y no será el único de los hermanos que elegirá ese camino.

En 1935, tanto Horacio como su hermana Libertad aparecen en una ficha de los archivos de la Policía en la que figura su afiliación a Izquierda Republicana (partido al que pertenecen todos los hermanos a excepción de Sirio, afiliado a la CNT). Libertad Fernández, también dedicada a la enseñanza, forma parte de los maestros que actualizan su profesión y son conocidos como «cursillistas del 36». Ingresa en la A.T.E.A. el 1 de octubre de ese año e imparte clases, junto a su hermano Sirio, en las escuelas de San Francisco de Avilés. Iniciada la guerra civil, los miembros de la familia que estaban en Oviedo logran salir y desplazarse a la casa de su abuela materna en Gijón. Una trágica noticia sacude a finales de 1936 a la familia: el padre, Esteban, es detenido su casa en Villanueva de Trevías y arrojado al mar junto a muchas otras personas. Sirio deja una nota en la escuela, en la que dice que se va a luchar para vengar el asesinato de su padre. Muere en el frente vasco en mayo de 1937 (según el historiador Marcelino Laruelo, pondrán su nombre a un orfanato de Nava). Libertad, destinada en el Orfanato Rosario Acuña, en Somio (Gijón), parte con muchos de sus alumnos el 23 de Septiembre de 1937 hacia la Unión Soviética. Se separa así de su familia, en la que cada hermano tiene su propia historia, siendo la mas conocida y representativa la de Horacio Fernández Inguanzo “El Paisano”, debido a su continua lucha por los derechos sociales y la libertad hasta el día de su muerte, en Gijón, el día 21 de febrero de 1996.

Una vez en la Unión Soviética, Libertad es destinada como maestra a la casa de niños de Krasnovídovo. Después de la invasión nazi, pasa por Léninsk y Birsk, retornando tras la guerra a Solnechnogorsk. Más adelante, trabaja en la Editorial Progreso y en la edición en castellano de la revista “Novedades de Moscú”. En 1977, cuarenta años después de su partida, vuelve a España.

A finales de mayo de 1977, el Comité Provincial de Asturias del P.C.E., un mes antes de su legalización, celebra en Gijón su primer acto público para homenajear a Libertad Fernández. Intervienen en él, ante unos 300 asistentes, entre otros: Pedro Sanjurjo García, conocido como «Pieycha» y Juan Ambou. Le entrega una placa, como recuerdo, el “niño de Rusia” retornado, Aladino Cuervo. De vuelta a lo docencia en España, causa alta como maestra según Real Decreto 1555/77 sobre integración de los «cursillistas de 1936» en el cuerpo de profesores de E.G.B, el 4 de julio de 1977. Obtiene plaza provisional en el colegio Julián Gómez Elisburu de Gijón, con plazo de posesión del 1 de septiembre de 1978. Presenta escrito el 21 de ese mismo mes, comunicando que no puede regentar su plaza debido a una enfermedad. El 23 de Octubre de 1979 se le comunica su baja de jubilación voluntaria por tener mas de 65 años y 40 de servicios. Reside en la calle Marqués de Casa Valdés de Gijón hasta que ingresa en una residencia. Una escueta linea en el periódico El Comercio, el 9 de enero de 1991, dentro de una larga lista de fallecidos el día anterior, indica que Libertad Fernández Inguanzo deja de existir a los 77 años.

Bibliografía

Izquierda Xunida d`Asturies (2008). Horacio Fernández Inguanzo, El Paisano. Colección: Grabado en la memoria (153 páginas).