Villallana, Lena, 1927 – Oviedo, 2021

Ceferino Pequeño

Las voces del pasado reciente. TFM de Javier Pequeño.

Las voces del pasado reciente. Una visión sobre la memoria social del dolor de los niños de la guerra en Asturias.

Autor: Javier Pequeño Daunesse

Máster Universitario en Historia y Análisis en Historia Sociocultural Curso 2023/2024 (Tutor: Julio Lisandro Cañón)

Acceder al TFM: Las voces del pasado reciente (PDF 170 pág.)

 

 

Fútbol

Lucía Gª Anido y Ceferino

Niños de Rusia

Ceferino Pequeño
y Lucía G. Anido

Por Javier Pequeño Daunesse
Ceferino Pequeño San José nació en Villallana, concejo de Lena (Asturias) en 1927. Partió con 10 años junto con sus hermanos y hermanas más pequeños (pues los mayores se quedaron en España, junto con su padre) a la Unión Soviética aquel 23 de septiembre del 37 desde el puerto del Musel, siendo huérfano de madre.

“Tras la llegada a la Unión Soviética fue enviado a la casa de Krasnovídovo, una región de Moscú. La casa infantil Nº 2 existió desde el 1 de octubre de 1937 en la aldea de Krasnovídovo, del distrito de Mozháisk de la región de Moscú sobre la base de la antigua casa de descanso de la Dirección del Consejo de Casas de Descanso del Consejo Central de los Sindicatos Soviéticos; fue evacuada al principio a la aldea Leninsk de la región de Stalingrado, y 139 desde allí, en septiembre de 1943 a la ciudad de Birsk, RASS de Bashkiria. En 1944 regresó a la región de Moscú, al distrito Solniechnogorski, pobl. Dmítrovka; en diciembre de 1947 acogió a todos los alumnos de 7o curso de la casa infantil No 6 en Najábino”. (Elpátievsky, Andrey, 2008: La Emigración Española en la URSS. Historiografía y Fuentes. Pág. 231)

En la actualidad, la antigua Casa de Niños es una “Casa de Vacaciones” de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú. A Krasnovidovo fueron enviados 274 niños junto con 196 rusos y 21 españoles empleados. Ceferino vivió y sobrevivió a la invasión alemana, donde fue enviado a Bashkiria, cerca de Mozhaisk. Años después trabajo como obrero en Moscú en una fábrica de procesado de carne, Mikoyán, desde los 18 años, una fábrica que contaba con 15.000 obreros, combinando su trabajo con su otra devoción, el futbol profesional. Ingresó en el Partido en 1947, y en 1956 se repatrió a España junto con su mujer Lucía García Anido.

Lucía García Anido, nació en Lejona (Vizcaya) en 1926. Pasó por diferentes lugares, como Eupatoria en Crimea, Ucrania, y Tbilisi, en Georgia. Finalmente residió en Moscú. Estudió enfermería y trabajó también en la fábrica procesadora de carne de Mikoyán. Se repatrió con su marido Ceferino Pequeño San José en 1956.

Entre los hermanos y hermanas que fueron evacuados junto a Ceferino Pequeño, figuran: Jesús Pequeño Pérez, nacido en Villallana, concejo de Lena (Asturias) en 1930; fue enviado junto con sus familiares a la Casa de Krasnovidovo. Tras la invasión alemana fue enviado a Stalingrado y después del final de la guerra patria fue enviado a la Casa Solnechnogorsk. Ingresó en la Academia Timiriázev, y trabajó como agrónomo en Kazajistán; obtenido el título de doctor en Ciencias Biológicas, trabajó como empleado en Gómel, en la Universidad Lumumba. Fue miembro del Partido desde 1956 hasta 1970. Leontina Pequeño San José, nació en Gijón en 1933, y fue enviada también junto con sus hermanos a la casa de Krasnovidovo y, tras la invasión alemana, fue enviada a Bashkiria. Estudió en la Escuela de Formación Profesional en 1960.

Marcelina Pequeño San José, nació en Gijón en 1923. Era la mayor de los hermanos evacuados a la Unión Soviética, y con 14 años seguramente se hizo cargo de los más pequeños en la Casa de Krasnovidovo. La invasión alemana la coge en Leningrado, donde padece el Cerco. Después de la guerra trabaja como obrera en Majaradze, Túshino, Georgia. Se repatrió con su marido Julián Goñi Mendosa.

En lo relacionado con las vivencias que mi bisabuelo me contaba de su vida pasada en Rusia, lo extraño es que nunca me habló mucho de su infancia o de la partida del puerto de Gijón. Lo que más recuerdo de él es su pasión por el deporte, que allí le fue inculcado: recuerdo cómo nos hablaba de lo mucho que le gustaba el ejercicio físico y de que eso era muy bueno para la salud. Era tal su pasión por el deporte, por el fútbol, que de lo que más nos hablaba a mí y a mis hermanos era de los campos de futbol, de los equipos y de las equipaciones, así como de sus compañeros y de los partidos que él recordaba… Quizá la historia más significativa -y que siempre recordaré-  refiere cómo “una vez, jugando un partido contra el CSK de Moscú, el entrenador rival se me acercó y, refiriéndose a mi como “el español”, añadió que si fuera más joven me fichaba para el equipo pues era muy buen futbolista; pero para entonces yo ya era mayor”.

Combinaba su pasión por el fútbol con el trabajo en la fábrica procesadora de carne de Mikoyán, en Moscú; y nos contaba que por jugar al futbol recibía una mejor cartilla de racionamiento de las que entregaba el gobierno ruso. De niño, en la Casa de Krasnovidovo, recordaba cómo lo habían educado especielmante en el arte de la música, pues todos debían saber tocar un instrumento musical. Mi bisabuelo tocaba la flauta travesera y la balalaica; de hecho, este último instrumento es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en él, pues en su casa conservaba una balalaika traída de Rusia, colocada en una esquina del salón a modo de altar, donde mis hermanos y yo nunca desaprovechamos la oportunidad de cogerla y tocarla.

Tras la invasión alemana, en el comienzo de la Guerra Patria, recuerda que reunieron a todos los niños de la casa, los montaron en un tren y viajaron hacia el este, llegando incluso a Siberia, para huir de los combates y los bombardeos. Durante la travesía se separó de su hermano y de sus hermanas, durante un tiempo. Cuando mi bisabuelo y mi bisabuela trabajaban en la fábrica de Mikoyán, nació mi abuelo. Mis bisabuelos contaban que entonces las políticas paternales y maternales eran muy diferentes, pues una vez la mujer daba a luz, disfrutaban de su hijo o hija durante una semana, para reincorporarse al trabajo de inmediato, pues las familias contaban con el respaldo y cobertura de las empresas, que contaban con servicios de guardería y de comedor para los bebés y niños, durante el turno de trabajo.

La repatriación en 1956, que mi bisabuelo rehusaba por el pasado que había dejado atrás, se debió a mi bisabuela Lucía, que deseaba reencontrarse con su familia, especialmente con su madre. Algo que siempre he percibido de mi bisabuelo es que siempre hablaba de su vida en Rusia de una forma muy feliz, y muy agradecido por todo lo que vivió. Siempre que hablaba de Rusia quizá lo hacía desde una bonita nostalgia, pues le encantaba el país en que había vivido tanto tiempo, donde se casó y tuvo a sus hijos (mi abuelo y mi tía abuela), donde obtuvo un buen empleo y donde disfrutaba de su pasión por el fútbol, pues él era futbolista al fin y al cabo. Esto no significó que aquí en España el no fuese feliz pero, al principio, adaptarse a la nueva vida resultó difícil por determinadas circunstancias laborales y sociales, especialmente por su condición de haber vivido en Rusia.

El resto de la vida, hasta su fallecimiento en febrero de 2021, combinó su actividad con algún que otro viaje a Rusia, incluido el de los 80, en que mi padre (Alberto Pequeño) lo acompañó. Siempre que lo íbamos a visitar recibía una gran alegría, lo que era notable en su expresión, en su risa y en su forma de hablar. Pese a todo lo que vivió durante su infancia y juventud, fue una persona luchadora, trabajadora y llena de pasión, que supo imponerse a todas las barreras y dificultades de la vida, a un momento de nuestra historia muy duro, dejando atrás el rencor de una guerra civil y el sufrimiento infligido por la invasión nazi de Rusia durante la Segunda Guerra Mundial.

Villallana (Lena), 1927 – Oviedo, 2021

Ceferino Pequeño

Futbolista