Arte: vía de expresión de los Niños de Rusia, Carolina G. Fernández-Miranda

Espectáculo
Danza en honor de los Niños de la Guerra
  • Irina Tarasova
Contexto:

La danza representa las experiencias de estos niños evacuados, y el artículo pretende conmemorar a los artistas que nacieron en el exilio para recordar sus raíces

Arte: la vía de expresión de los Niños de Rusia

Carolina García Fernández Miranda

Muchos de los niños de Rusia dedicaron su vida profesional al arte. Pintores, escultores, historiadores, cineastas y músicos nacieron en el exilio 

Isidoro y Manuel Artigas, Florentino Dacosta, Ángel Echevarría, Luis García Luque, Emilio y Mario Gómez, todos músicos, Violeta González, bailarina, Miguel Azcona, Manuel Balsa, Miguel Delgado, Francisco Domínguez, Alfredo Guerra, Luis Palacios, dedicaron parte de su vida a la pintura. Antonio Álvarez, Miguel Azcona,  Carlos Llanos, todos ellos relacionados con el mundo del cine. 

Cabe destacar la trayectoria de Ángel Gutiérrez, asturiano nacido en Cuba, se convirtió en uno de los “niños de la guerra” y fue en Rusia donde desarrolló su carrera artística. Llegó a tratar y educar a importantes artistas rusos reconocidos por diferentes generaciones como Tarkovski, Vladímir Visotski o Valeri Zolotujin. 

Siempre centrado en el cine, una de sus películas más representativas y relacionada con su vida y sus orígenes españoles “A la mar fui por naranjas”, jamás se rodó, pero en su guión quedaron reflejados algunos de los traumas que sufrieron estos niños de la guerra al verse obligados a huir de las bombas y la masacre en España.

Son tantos los que dedicaron su vida al arte, que sería imposible mencionarlos a todos en este breve texto.

Asimismo, todos ocuparon un lugar en la cultura del momento. En el arte ruso y español desarrollaron su carrera artística. Una carrera que, en muchas ocasiones, se vio impulsada por la situación que les tocó vivir. La pronta separación de sus familias y del entorno en el que muchos pasaron los primeros años de sus vidas, definieron un estilo propio que muchos expresarían por medio del sentimiento artístico. Desde escultores a pintores, de bailarinas a escritores, cada uno a su modo canalizó esa inspiración a través de la cultura. 

De hecho, en la obra Arte desplazado a los Hielos. Los artistas españoles del exilio en 1939 en el país de los soviets, de Miguel Cabañas Bravo, se dedica un espacio a hablar de este fenómeno que protagonizaron estos niños exiliados. Como cita textualmente: “El hecho de tal amplitud de niños y jóvenes, que aportará al exilio de los españoles en este país características distintivas, sin duda también condicionó la insistencia de los intelectuales y artistas adultos que les acompañaban en fomentar su arraigo a la tierra de origen. Una insistencia perceptible en los temas creativos y artísticos abordados, en los que la abundancia de referencias raigales y de trabajos y alusiones a «lo español» y popular, se convirtió en verdadero asidero para mantener la identidad en el peregrinaje soviético. Y, de este modo, no es de extrañar que, (…) surgieran entre ellos notables profesores de español, intérpretes y traductores, historiadores, periodistas e, incluso, que brotaran ampliamente las vocaciones creativas”.

Por otro lado, la educación que recibieron en Rusia siempre les animó a buscar la creatividad, el deporte que practicaban a diario les transmitió una disciplina que aplicaron al resto de sus vidas. La libertad en la que crecieron les permitió más adelante expresarse de manera libre y a través del arte. Un arte que, como se menciona en el texto citado anteriormente, en muchas ocasiones intentaba conectar con sus orígenes.

La historia de la URSS cuenta que no siempre ha sido posible la expresión artística de manera libre. Sin embargo, el periodo que vivieron los niños de Rusia tras la Segunda Guerra Mundial, se puede decir que no fue tan represivo como en años anteriores, y posteriores. Lo que permitió a estos niños desarrollar una labor cultural que les ayudara a crear una identidad cultural propia, que visibilizara sus orígenes, pero también la influencia de Rusia, el país que les acogió y les ofreció un futuro.

De hecho, estos niños españoles exiliados tuvieron influencia en el mundo de la cultura en Rusia, en concreto dos de los centros en los que muchos de ellos trabajaban. Como se cita en España y Rusia: destinos históricos y actualidad, un archivo de la Facultad de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Universidad de Moscú; “los exiliados pudieron empezar a reconstruir y desarrollar su identidad y cultura en la URSS al acabar la guerra mundial, teniendo a Moscú como principal núcleo de cohesión, referencia y conexiones. Aparte de las casas de los niños españoles y su pionero y estimable papel preservador de su identidad, los centros moscovitas más destacables generados por esta emigración fueron dos: El Club Español o Club Chkalov (también denominado hasta 1948–1950 Club Aviakhim u Osoaviakhim), surgido de la iniciativa del PCE y los trabajadores españoles de la fábrica de aviación № 30, que lograron que, siguiendo el modelo de club de cultura soviético, fuera puesto a disposición de los exiliados españoles en 1946; y el Centro Español, nacido en febrero de 1966 como una entidad político-cultural de filiación voluntaria, dirigida a agrupar a los españoles residentes en la Unión Soviética y a velar por su singularidad y unidad políticomoral”.

Ambos clubes permitieron a los niños exiliados desarrollar su vertiente artística de la forma más libre, y que además esta, les permitiera recordar su identidad y representarla en sus obras.

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