Mujeres en Rusia.
Bilbao 1937. Araceli Sánchez Urquijo salía en una de las evacuaciones infantiles programadas por el gobierno republicano con la intensificación de la Guerra Civil en España. A pesar de que solo podrían embarcar los menores de entre 2 y 16 años, hubo alguna excepción. Entre ellas, la de bebés que no llegaban al año de vida y la de Araceli, que con 17 años, pudo evacuarse como profesora en una de estas expediciones hasta llegar a Rusia. Una vez allí, se graduó como ingeniera civil de obras hidráulicas en el Instituto Energético de Moscú en 1949. Convirtiéndose así en la primera mujer ingeniera de Caminos tras su vuelta a España en 1956.
A través de su experiencia laboral se puede definir la situación que experimentaban las mujeres que decidían trabajar en la España de aquella época. Las complicaciones a las que tuvieron que enfrentarse, al igual que la presión a la que estaban sometidas, para demostrar constantemente su valía, cuestionada en un mundo de hombres, eran el día a día de las mujeres trabajadoras en España. Por supuesto alcanzar puestos de responsabilidad para una mujer era, al margen de sus esfuerzos, casi una utopía. Todas estas limitaciones, sumadas a la precaria situación que atravesaba España provocaron que muchas familias no pudiesen acceder a una formación superior.
Como Araceli, hubo muchas más. La Guerra Civil Española provocó el exilio y la evacuación de millones de personas. La falta de recursos y la situación de guerra obligaron a muchas familias a dejar su país para sobrevivir. Entre todas estas personas se encuentra el colectivo de los “niños de Rusia”. Hasta 35.000 niños fueron enviados a diferentes países a partir de 1937. Rusia acogió a más de 3.000. A su llegada, todo estaba dispuesto para ofrecerles un hogar y una educación, que en todo momento, estuvo supervisada por los maestros españoles que se exiliaron con estos niños.
Ante la llegada de la Segunda Guerra Mundial a Rusia, la situación cambió radicalmente para todos estos jóvenes que se encontraban en las ciudades más afectadas de Rusia. Entre ellas la antigua Leningrado y Moscú. En su mayoría fueron las mujeres las que sufrieron los horrores del cerco. Ellas habían permanecido en las ciudades tras el estallido de la guerra puesto que se encontraban trabajando o estudiando allí. Mientras que la mayoría de los hombres se enrolaron como voluntarios en el Ejército Rojo.
Durante los años que duró la guerra, el único objetivo fue sobrevivir, por lo que vieron interrumpida su actividad profesional y sus estudios. Sin embargo, muchas de ellas desempeñaron un papel esencial durante el periodo de guerra, ya fuera como enfermeras en los hospitales de campaña establecidos en las ciudades o en la construcción de las líneas de defensa de Leningrado. En total fueron 104 las mujeres españolas que defendieron y protegieron Leningrado ante la amenaza de los nazis. Leonor Canto Zapico, Rosario Blanco Martínez, Alicia Casanova Gómez, Mercedes Coto Menéndez son tan solo algunos de los nombres de las Defensoras de Leningrado.
Para Araceli, igual que para el resto de mujeres y hombres que un día se exiliaron siendo niños, el deseo de regresar a sus hogares siempre estuvo presente. La distancia con sus familias siempre fue una lacra para todos estos niños que, en muchas ocasiones, se esforzaban en recordar el rostro de sus familiares debido a la temprana edad con la que salieron de España.
La educación y el ímpetu de los profesores que acompañaron a estos jóvenes, por mantener vivos los orígenes de todos estos niños, provocaron en el colectivo una nostalgia de la España que dejaron en 1937. Sin embargo la realidad con la que se encontrarían años más tarde con su repatriación sería muy diferente.
También para María Luisa Fernández Santana, licenciada en Psicología en Moscú y repatriada en 1972, tras años de carrera en Rusia dedicados a la psicología infantil. Para ninguno de estos jóvenes fue fácil regresar a España. Durante años fueron observados por ser sospechosos de pertenecer al régimen comunista ruso y de trabajar para ellos. Por lo que tuvieron complicaciones para encontrar un trabajo, convalidar sus estudios y llevar una vida sencilla en su tierra natal.
También fue el caso de Consuelo Argüelles Fernández; licenciada en Historia en Stalingrado, consiguió repatriarse y trabajar en la Universidad de Oviedo. En España no era una buena época para las mujeres. En torno al año 50 las mujeres debían depender económica y socialmente de un hombre. Muchas de ellas perdieron la libertad con la que vivieron en los años de la República.
Ya en 1945, con Rusia proclamada vencedora, se abre paso una época de esplendor económico y laboral en Rusia. Es entonces cuando muchas de estas mujeres exiliadas cuando tan solo eran unas niñas, terminan sus estudios, para entrar al mundo laboral de 1950. Sin embargo, las ganas de volver a España y reencontrarse con su familia, hizo a muchas de ellas volver a España, donde verían limitadas sus posibilidades de trabajar. La convalidación de los títulos se volvió interminable en algunos casos, lo que forzó a muchas mujeres a volver a Rusia, o en España acceder a un puesto menor para el que estaban capacitadas, si es que llegaban a conseguir un empleo.
Algunas de ellas consiguieron romper ese techo de cristal; a pesar de que fueron pocas, su trayectoria marcó un antes y un después en la vida laboral de las mujeres. Todas ellas hicieron posible que hoy en día, nosotras, podamos acceder a un puesto de trabajo, tener una cuenta en el banco, o votar en unas elecciones. En definitiva, libertad e independencia, dos palabras, que un día llegaron a ser muy difíciles de pronunciar en España.
*Carolina García es colaboradora habitual de NR (один из наших).