Banco de España, Madrid. Imagen: Luis García.

El oro de Moscú y los Niños de la Guerra

Pablo Fernández-Miranda.

* El “Oro de Moscú”, es la denominación con la que se conoce al traslado de 510 toneladas de oro, correspondientes a las tres cuartas partes de las reservas de oro del Banco de España, a la Unión Soviética, durante la Guerra Civil, por orden del gobierno de la República, para la obtención de armas y otros productos en operaciones comerciales de diversos países. Tras la guerra, el franquismo arguyó que la Unión Soviética se los había robado a España.

El oro de Moscú y los Niños de la Guerra

Pablo Fernández-Miranda de Lucas

En algún que otro libro he llegado a leer que los gastos originados por la estancia de los cerca de 3.000 niños que, durante la guerra civil española, fueron evacuaron a la Unión Soviética y allí permanecieron largos años, no fueron sufragados por los soviéticos, sino que estos se los cobraron con largueza a costa del famoso “Oro de Moscú”.

La afirmación de que parte de él fue utilizado para afrontar los gastos de los niños y sus educadores siempre me pareció dudosa sobre todo porque no iba respaldada por ningún documento. Pero tampoco yo tenía datos que soportaran lo contrario por lo que mejor callarme.

Sin embargo, recientemente he leído el libro del historiador Ángel Viñas, “Oro, Guerra y Diplomacia”,publicado en el año 2020. En él se refiere a las partidas de adquisiciones de bienes y productos durante la guerra civil que se pagaron contra aquellas reservas de oro. En ninguna de ellas aparece nada referente a los costes generados por la manutención, educación y los importantes gastos que acarrearon esos miles de niños, con más de doscientos maestras y maestros y algunos centenares de cuidadoras y cuidadores, tanto españoles como soviéticos, durante varios lustros. Sin duda una partida de ese volumen hubiese sido sustancial como para no incluirla si existiera.

Lo que por el contrario si se puede sustanciar es el soporte documental de cómo se financió aquella larga estancia según otro texto: “La emigración española en la URSS”, de A.V. Elpátievsky, traducido por el profesor A. Luis Encinas. En las páginas 114 a 117, se detallan los organismos de la Administración soviética que aprobaron y asumieron los costes en diversos periodos desde 1937. Constan los documentos por los que el Consejo General de los Sindicatos Soviéticos, el 10 de junio de 1937, aprueba el anticipo de 5 millones de rublos, que se amplían a 11 unos meses después; en 1938 se aprueba otra partida. En 1941 es el Comisariado Popular de Educación de la RFFFR quien lo asume y los desglosa detalladamente en un cuadro contable.

Volviendo al “Oro de Moscú”, cajón de sastre en el que todo cupo y que siempre se reclamó desde el Régimen, en el texto de Viñas se detalla como Franco era conocedor de que nada había que reclamar ya que, entre otras cosas, en el año 1956, los hijos de Negrín entregaron a las autoridades españolas una parte de los archivos del Presidente de la República; en ellos estaban los recibos pormenorizados de las partidas de esas reservas llevadas a la URSS que justificaban su monto total; por cierto, siempre aprobadas por el Consejo de Ministros y por las Cortes de la República y con los sellos y firmas pertinentes, es decir, con toda legalidad.

En 1979 el mismo Ángel Viñas por encargo del ministro de Economía, Fuentes Quintana, realizó un detallado estudio precisamente sobre “el oro”, en el que se listaban las partidas. Ese estudio se publicó en un libro editado por el Ministerio de Economía y Hacienda que, para mayor escarnio, el propio gobierno de entonces, ordenó retirar. Hasta años después no vio la luz en una nueva reedición. El historiador ironiza también sobre como el franquismo reclamó a lo largo de todo el periodo de la dictadura ese oro a Moscú. Incluso Vox en el Congreso en tiempos recientes, el 13 de octubre del 2020, ha seguido con la letanía: “¿No vamos a reclamar el Oro de Moscú?”. Paradójicamente ni Franco entonces ni luego Vox reclamaron la otra cuarta parte de las reservas de oro llevadas a Francia, que fue depositaria de éstas; ni tampoco las reservas de plata que fueron llevadas a Estados Unidos en el último periodo de la guerra. Se ve que el ardor patrio no les llegaba para reclamar a Francia ni a USA entre otras cosas porque sabían que, al igual que el de la URSS, se había consumido en el comercio de importación de materias primas, armamento y alimentos, quedando saldado, en el balance comercial equilibrado, al finalizar la guerra; justo lo contrario de la balanza comercial de los rebeldes que pudieron comerciar a crédito por lo cual, una vez en el poder, hubo que seguir pagando a Italia y Alemania hasta finales de los 60 a costa de todos los españoles.

En resumidas cuentas, y volviendo a lo que afecta a los costes del colectivo de los niños de Rusia, es de justicia reconocer que fue soportado por la administración soviética. Y lo es no solo en el contexto histórico sino también porque hay que defender —en los tiempos que corren— que lo que se invierte en los niños que tienen que huir de sus países en guerra, es una deuda solidaria y, además de una obligación humanitaria, rentable en el futuro ya que las relaciones e imbricaciones que se forjan entre los países de origen y los de acogida, serán positivas en el futuro para ambos tal como lo fueron en el de aquellos niños que cuando fueron adultos, aportaron y conectaron a ambos, estrechando lazos culturales y materiales muy productivos.

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