En el Colegio Severo Ochoa, Gijón

Entre mayores y pequeños

Gonzalo Barrena

Cuando Amparo Cuesta, la madre de Amor de la Fuente, salía a pasear, le gustaba sentarse en alguno de los bancos situados al pie de su casa, con la vista puesta en el patio diáfano del Severo Ochoa, un colegio público que da vida y educación al barrio de Montevil, en el Gijón de 2025. Las personas mayores, cuando contemplan el juego de los niños, perciben el ciclo completo de la existencia, sonriendo con ternura al tramo aún inadvertido de las biografías. El guirigay del patio escolar en los minutos de recreo trasfundía al sentir de la mujer una energía dulce y vital en forma de memoria, por esa conciencia lúcida de la fragilidad humana que devuelven los años.

Ayer lunes 7 de abril, Amor de la Fuente y Gonzalo Barrena, volvieron a ser profesores durante un tiempo esencial, trasvasando conocimiento entre quien lo demanda y quien lo ofrece por instinto y oficio, más allá de las leyes del mercado o del sobresaltado horario escolar. Las niñas y los niños atendían con esos ojos que sólo tienen ellos y que hacen brotar del enseñante los conocimientos de valor. Preguntaban sin parar al hilo de las imágenes, pedían explicaciones por el desgarro familiar que supusieron las evacuaciones, se interesaron por la atmósfera y también por los detalles, que habrán quedado prendidos seguramente en su formación temprana. Una niña se preguntaba sobre la decisión tan cruda y el balance de aquellos destinos. Le respondimos que las bombas y la guerra apremiaban a familias angustiadas, que nadie imaginaba entonces que la separación se iba a medir en décadas, y que esa interrogación flotaba en la reflexión de todas las familias que se rompieron y se formaron en ese prolongado entonces.

 

Asociación «Niños de Rusia – Niños de la Guerra»

Dentro de las actividades de difusión de nuestra historia, el lunes 7 de abril ha tenido lugar en el Colegio Público «Severo Ochoa», de Gijón, un encuentro con los alumnos de 5º y 6º de Educación Primaria.

Amor de la Fuente y Gonzalo Barrena, por parte de la Asociación «Niños de Rusia», compartieron la historia de los pequeños evacuados en 1937 con los alumnos mayores de la escuela. Nuevamente, la empatía y atención que los escolares prestan a la historia de los «niños de la guerra» es extraordinaria.