Asociación «Niños de Rusia»
Carmen Barrera
Rentería, 1926 – Benalmádena, 2021
Los niños, de Vladimir Merino Barrera
«Los niños, previa identificación de las credenciales, suben al barco. El aire se carga de sentimientos y emociones incontroladas, explotan los sufridos corazones de unos padres sin saber cómo despedirse de unos críos que lo son todo en su vida, desconociendo cuándo y cómo será el día del reencuentro. Las turbinas y motores del Habana ya se han puesto en movimiento. El barco, amarrado por estribor, poco a poco comienza a separar su pesado tonelaje del muelle portuario. Los padres abajo, en tierra; los niños arriba, en el buque. Miles de manos se elevan, unas firmes, otras temblorosas, todas diciendo adiós. Miles de besos se lanzan con esas manos, saludos y besos que se cruzan en el aire con los enviados por los niños».
Allí, en Santurce estaba mi madre. Allí se despidió de sus padres —mis abuelos—. Once años tenía la niña, diecinueve de exilio le esperaban. Con ella, sobre el Habana su hermano con dos años menos. Ante sus padres, Carmen Barrera, Carmencita, había prometido cuidar del travieso Alejandro —no nos separaremos nunca— fueron las palabras de consuelo de una niña a una madre llorosa y temerosa. Dos de sus cuatro niños huían de los bombardeos, de la guerra, aún así, el futuro era incierto.
Leningrado, Kiev, Moscú… Años alejados de sus raíces, años de espera para el regreso, para un calor familiar que no se recuperaba. Aun así, años de ventura para unos niños víctimas de la barbarie dejada atrás.
Nada estaba escrito cuando en el Habana, por los mares del norte navegaron hasta la bella Leningrado. Tampoco estaba escrito —aunque se intuía—, que una barbarie aún de mayores dimensiones estaba por llegar. Los alemanes invadieron Polonia, invadieron La Unión Soviética; mi madre y mi tío, al igual que cientos y cientos de niños españoles, se convirtieron en prioridad de protección para las autoridades. Huyendo del frente de batalla de Stalingrado fueron desplazados hacia Siberia. En el retroceso, con tristeza, Carmencita reflexiona: —Y si también llegan allí … En Bilbao huyendo de los bombardeos nazis, aquí en Rusia, lo mismo. Siempre poniendo tierra de por medio. Siempre con la maldad pisándome los talones—.
En el traslado ferroviario, muy cerca ya de Ufa, en los Urales, llegó la primera y gran tragedia para los hermanos Barrera. En una parada de estación, en vía muerta, con apenas catorce años, Alejandro fallecía de un cólico con manzanas inmaduras; estaban a 20 grados bajo cero. Carmencita no se sabía culpable de la tragedia, y sin embargo… tenía prometido a los padres cuidar del travieso Alejandro. Años tardó en comunicárselo por carta; no se atrevía a hacerlo.
Derrotados y expulsados los alemanes, la vida mejoró. Mi madre, con estudios universitarios en Moscú se tituló en ingeniería. Siempre con la esperanza de regresar a España la vida seguía su ritmo, sus derroteros. Un buen día, corriendo el año 1956 (yo por entonces tenía cinco años, diecinueve habían transcurrido desde el embarque en Santurce), pisamos tierras levantinas. De allí, de regreso a Rentería. Una nueva vida se abría cargada de no pocas dificultades. La menos azarosa, incluso simpática, es que don Roberto, el párroco del pueblo, obligó al niño Vladimir a rebautizarse en esta ocasión por la religión católica. De nada sirvió el razonamiento de mi madre, de que ya lo estaba por la ortodoxa. Siempre digo que aun no siendo creyente, tengo el cielo ganado por partida doble.
El pasado 23 de abril, errante durante muchos años, una nueva estrella alumbra el firmamento. De sus narraciones, un día me atreví a escribir su historia, es bueno, es necesario que sus nietos, en este caso incluso bisnietos, la conozcan y no la olviden.
Vladimir Merino Barrera
Carmen Barrera (Rentería, 1926 - Benalmádena, 2021)
Carmen Barrera Martínez falleció el pasado viernes día 23 de abril. Era la madre de Vladimir Merino Barrera, autor de la novela «Todo comenzó con esa maldita guerra» el la que ella, con otro nombre, figura como protagonista.
Carmen estuvo en las Casas de Niños de Kíev y de Ufá. Estudió Ingeniería Textil y trabajó como técnica en el sector.
Que la tierra le sea leve, Carmen.
La Asociación «Niños de Rusia».
Poema a Carmen Barrera, de M.F. Cornejo
Poema de M.F. Cornejo
Tu memoria sentada, trenzando sueños,
pocos, que tu realidad eran constancias
de las guerra, pérdidas y sufrimientos,
que combatía tu inocencia de niña.
Fuiste fortaleza, amarre y deseo
callada a fuerza de olvidos y presentes
y de alegrías que arropaban tus días
y del regreso a otra vida interrumpida.
Forjaste el temple sereno de tu casta
la bondadosa sonrisa de recuerdos
que no pudieron arrastrar de tus labios,
luchadora eterna, te alcanzó el tiempo
y con la prudencia con que te adornabas
dijiste adiós un día, o un hasta luego
al gorrión que admirabas tras la ventana
de graciosos ademanes y cortos vuelos
que recogía las migas de tu mesa,
Dijiste adiós al membrillo de suave pelusa
a la tristeza de los campos del norte
a las hojas que mueren en soledades
al nuevo trago seco que duele y llama
aún más allá del misterio y de los días
serenamente hoy, cerraste los ojos
a la esperanza del reencuentro eterno
con la familia amada, con los amigos,
y si es posible, siempre, que no sea un sueño.
Memoria
compartida
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