Callosa del Segura, 1907-1985
Catral, Alicante, 1911-2001

Antonio y Teresa

Niños

Antonio y Teresa

Destinos no escritos

Luis Fernández Préstamo.

El azar quiso que nacieran con una diferencia de edad de cuatro años, a ocho kilómetros de distancia, y con una forma similar de entender el mundo. Todo parecía escrito para que hubieran podido tener un romance tranquilo y feliz, o infeliz, como tantos otros. Quizá con esa monotonía amable que da el ver pasar los años mientras se trabaja viendo crecer a los hijos, y en su caso, involucrándose en la defensa de unos ideales que les proporcionaran como herencia un mundo mejor. Poco sospechaban que nacer en Europa durante la primera década del siglo XX, era sinónimo de un futuro incierto, lleno de guerras, hambre y destrucción. Y las guerras no solo dejan sangre y sufrimiento: en la mayoría de los casos también cambian los destinos, escritos para tiempos de paz, de las personas. En esta ocasión fue la guerra, culpable tantas veces de la separación de seres queridos, la que unió dos vidas que, pese a la cercanía de su nacimiento y su coincidencia de ideales, no estaban destinadas a compartirse.

Antonio Manresa Navarro nació el 21 de enero de 1907 en Callosa del Segura, Alicante, donde trabajaba en el campo. Cuando llegaba la temporada del cáñamo, su trabajo consistía en rastrillarlo, proceso necesario para la producción de cuerdas que, dada su resistencia a las aguas marinas, iban destinadas a los barcos. Debido al polvo que generaba este trabajo, Antonio arrastró problemas pulmonares durante toda su vida. Fue miembro de la Sociedad de rastrilladores del la UGT y afiliado a la JJSS desde 1920. En 1922 ingresó en la UGT y participó en las huelgas de la década. “Chindín”, como era conocido, se casó con Dolores Hernández Belda, natural del mismo pueblo y de profesión soguera, con quien tuvo cuatro hijas.

Antonio no fue el único vecino que salió de Callosa del Segura en dirección a la URSS. De esa misma localidad también era Roque Serna Martinez, auntor en 1981 del libro “Heroísmo español en Rusia 1941-1945” . Ambos coincidieron durante alguna época de sus vidas en la Unión Soviética y durante toda ella mantuvieron una buena relación de amistad.

La llegada de la República trajo consigo una época de profunda inestabilidad política como consecuencia de las reformas, libertades y modernización que las izquierdas pretendían para los distintos estamentos de nuestro país. La burguesía, el ejército y el clero, viendo peligrar desde el primer momento su estatus social, se dedicaron a torpedear cualquier avance que redujera sus privilegios, lo que provocó una paulatina radicalización de la sociedad. Antonio Manresa, que con la entrada de la República en 1931 se había afiliado al PCE, en Agosto de 1933 fue detenido y condenado a dos años de cárcel por haber estado al frente de la manifestación ilegal de unos trabajadores que exigían trabajo o subsidio. La reivindicación se consiguió. En noviembre de ese mismo año sé presentó como candidato por Alicante a las elecciones generales, no saliendo elegido. Unos meses después, por su participación en la Revolución de Octubre de 1934, fue condenado y encarcelado, saliendo en libertad en febrero de 1936 con la amnistía del Frente Popular. Cuando en julio los militares perpetraron el golpe de estado, Dolores, su mujer, se afilió al PCE, mientras él pasaba a ser miembro del Comité Provincial del partido. Es muy probable que fuera en ese comité donde conoció a Teresa Rodríguez, ya que ella también era uno de sus miembros.

Teresa Rodríguez Calvo, de profesión modista, nació en Catral-Alicante, el 9 de Abril de 1911. Durante la república organizó un sindicato femenino encuadrado en la UGT, que acogía a conserveras, agricultoras y sastresas. Conocida como “La Martínez” o “La Pasionaria”, durante la guerra se afilió al PCE y desempeñó cargos directivos en Almoradi y Alicante. Asistió a la Escuela Central de Cuadros del PCE, pasando a ser miembro del Comité Provincial. Fue una organizadora del sector femenino del partido, creando la Asociación de Mujeres Antifascistas en la Vega Baja, dado que el acceso a los sindicatos estaba vetado a la mujer.

En el contexto de la Guerra Civil, Antonio Manresa y su mujer Dolores, aparecen como sospechosos, según la Causa General, de haber participado en la incautación de un edificio. Además, Antonio estaba acusado de haber tomado parte en un asesinato, en la profanación y destrucción de una Iglesia, y en el asalto, en abril de 1936, a las sedes de organizaciones de derechas. Por tal motivo Dolores fue detenida el 25 de setiembre de 1939, ingresando en la prisión de Elche el 8 de febrero de 1940 a disposición del Auditor de Guerra. El 26 de febrero fue enviada a Orihuela y el 17 de Mayo de ese mismo año fue trasladada al Reformatorio de Alicante. El 22 de mayo se celebró el Consejo de guerra en esa ciudad, en el que se la condena a 1 año de prisión menor por excitación a la rebelión. Según la sentencia: “hizo constante propaganda de la causa roja y participó en requisas de ropas en casas particulares”. Obtuvo la libertad condicional el 11 de julio de 1940 y la definitiva el 22 de setiembre. En 1942 figura como afincada en Callosa, en libertad, después de su periplo judicial.

El 28 de marzo de 1939, medio año antes de la detención de su mujer, Antonio Manresa, había salido de España en el barco “Stanbrook”. Dolores, ante las expectativas de un futuro incierto en el extranjero y con cuatro hijos pequeños, decidió no subir al barco. Aquel día en el puerto de Alicante se concentraron entre 10 y 12.000 personas, en su mayoría políticos, soldados y militantes de partidos o sindicatos izquierdistas, muchos de ellos acompañados por sus familiares Entre los cerca de 3.000 refugiados que lograron subir a bordo, apelotonándose en el barco, también estaba Teresa Rodríguez Calvo. Las 22 horas de travesía hasta el puerto de Orán, en Argelia, se convirtieron en toda una odisea.

El desembarco se produjo poco a poco y previo pago por parte del S.E.R.E (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles), de 170.000 francos. Los últimos refugiados no pudieron bajar del barco hasta el 1 de mayo. Fueron casi cuarenta días de espera en unas condiciones tan duras que dos refugiados optaron por el suicidio. A la falta de comida se unieron las plagas de piojos y otros parásitos, así como un brote de tifus, como consecuencia de no tener dentro del carguero un lugar en el que asearse y hacer sus necesidades. Bajar del barco tampoco supuso una panacea. Los siguientes días y meses fueron llevados a distintos campos de concentración y obligados a trabajar en las obras de construcción del futuro ferrocarril transahariano, que nunca se llegó a terminar. Otros fueron enviados al frente, cuando en octubre de ese año estalló la segunda guerra mundial. El 19 de noviembre, en el mar del norte, el Stanbrook fue hundido por un submarino alemán, falleciendo toda su tripulación.

Estando en un campo de concentración de Orán, corrió la noticia de que solo tendrían la posibilidad de salir de aquella inhumana reclusión los matrimonios. Es por ello que Antonio Manresa y Teresa Rodríguez tomaron la decisión de hacerse pasar por marido y mujer con el fin de poder salir hacia la Unión Soviética. Esta formación de matrimonios fingidos entre conocidos no fue un caso aislado, aunque otras uniones sí fueron reales. Tampoco fue una situación cómoda la simulación del falso matrimonio: “Les pusieron tutores para comprobar que eran pareja, se aseguraban de que durmiesen en la misma cama y los observaban, incluso los escuchaban”. A todo esto hay que añadir que Teresa acababa de perder a su prometido en el frente de Valencia.

Tras arduos trámites y después de que las autoridades soviéticas se aseguraran “de que los que entraban en su territorio no eran agentes del capitalismo”, se pudo organizar una expedición de 86 militantes del Partido Comunista con rumbo a la URSS. Embarcaron en la mañana del 10 de mayo en el paquebote “Gouverneur Général Tirman” con destino a Marsella. Los refugiados abandonaron Argelia cantando La Marsellesa, varios himnos revolucionarios y dando vivas a Francia y a la libertad. Desde allí se desplazaron en tren hasta París, donde se alojaron, continuando después su viaje hasta el puerto de El Havre. Allí les esperaba el barco Kooperatsya que los llevó hasta Leningrado. Aunque apenas se dejó ver, en ese barco también viajaba Dolores Ibárruri. El 9 de junio de 1939 salió desde Orán, también vía Marsella, una segunda expedición de 61 comunistas españoles rumbo a la Unión Soviética. No hay constancia de en qué expedición, de esas dos, viajaban Antonio y Teresa.

Desembarcaron en Leningrado y poco tiempo después se desplazaron a una casa de reposo en las afueras de Moscú. Manresa estudió en la escuela política de Planérnaya. Su creencia, como la de tantos otros, era que el franquismo no iba a durar demasiado y por lo tanto convenía tener una buena formación política para cuando llegara la hora de regresar. Por su parte, Teresa se quedó embarazada dando a luz a Antonio, su primer hijo, en 1940, motivo por el cual decidieron continuar con su unión. Un año mas tarde Alemania decide invadir la Unión Soviética, rompiendo el tratado de no agresión entre ambos países, lo que provocó la entrada de la URSS en la Segunda Guerra Mundial. Los españoles, por no ser residentes, no pudieron alistarse en las filas oficiales del ejército soviético, lo que llevó a muchos de ellos a alistarse de forma voluntaria como guerrilleros, en las filas de operaciones especiales. Antonio Manresa fue uno de ellos, participando en la defensa del Cáucaso.

Teresa Rodríguez, que había trabajado en Monino, una localidad urbana situada a unos 23 km de la capital, ya en Moscú empezó a desarrollar su faceta artística, participando en obras de teatro. Debido a su buena voz, incluso fue invitada a cantar en la opereta soviética. Sin embargo, su incursión en el mundo de las artes escénicas y el canto, pronto quedó en el olvido para siempre. Iniciada la guerra y ante el rápido avance alemán, fue evacuada, como tantos miles de personas, hacia el este. Su destino fue la ciudad de Kokand, en la república de Uzbekistán, donde trabajó como costurera en la confección de abrigos de invierno para los militares. El trabajo resultó ser agotador. Los abrigos eran muy gruesos y pesados. Estaban fabricados con lana prensada, lo que hacia que se tuviera que ejercer mucha fuerza a la hora de coserlos, provocándole, al final de la jornada, un fuerte dolor de hombros. No sabemos el tiempo que pasó Manresa en el ejército rojo, pero es probable que una vez concluida su estancia en las milicias se reuniera con su familia en esta ciudad, pues si consta como trabajador en una de las tres fábricas de algodón que había en la zona: La nº1. Su hijo Antonio sufrió un accidente al caer en una acequia. Se necesitaron cinco operaciones para localizar y extraerle una astilla que se le había clavado en la cabeza.

Terminada la guerra, los españoles fueron redistribuidos en la URSS. Dado que Antonio había trabajado el campo en su Alicante natal, la familia fue destinada a cultivar los terrenos de Crimea, tarea que no resultó sencilla ya que en muchos casos había que esperar a que los equipos especiales limpiaran aquellas tierras plagadas de minas. Allí nació, en 1947, su hija Maria Teresa. Por aquel entonces, alimentar una segunda boca se hacía complicado y viendo el delicado estado de salud en el que su hijo Antonio había quedado después del accidente, toman la decisión de ingresarlo en la casa Internacional de Ivánovo, en el mismo año que nació su hermana, como estudiante de preescolar. Los exiliados políticos del partido tenían la posibilidad de dejar allí a sus hijos, con lo que se les aseguraba una buena alimentación y mejores cuidados.

En 1951 de nuevo la familia tuvo que hacer las maletas y cambiar de residencia. En esta ocasión fueron enviados a trabajar a las fábricas de industria pesada, a orillas del rio Dniéper, en la ciudad de Dnieprodzerzhynsk, a unos 35 km., rio arriba, de Dniepropetrovsk, en Ucrania. Allí, Antonio, empezó trabajando en un horno de producción de acero. Un trabajo duro e insano, con altas temperaturas y mucho polvo. Esto, unido a los problemas de pulmón que arrastraba desde su época de rastrillador del cáñamo en Alicante, hizo que su salud se resintiese, con fiebres muy elevadas durante largo tiempo. Cuando se recuperó, pasó a trabajar como conductor de un tren interior de transporte de materiales. Por su parte Teresa enfermó y fue operada en varias ocasiones.

La ausencia de relaciones diplomáticas entre España y la Unión Soviética hacía casi imposible tener una comunicación directa con los familiares que habían quedado en España. Debido a  ello, Antonio escribió a un tío suyo que tenía en Camerún, incluyendo un sobre con una carta que Teresa había escrito a su familia y adjuntando en él las señas a la que habría de ser reenviado. Fue así como se enteraron, nueve años mas tarde, que estaba casada y tenía dos hijos. Esta forma de comunicarse a través de terceros países, fue una manera muy habitual de contacto, durante el periodo estalinísta, entre los exiliados en la URSS y sus familiares. Aquellos que no tuvieron la “suerte” de tener algún familiar o conocido en otro país, estuvieron casi veinte años sin saber nada de sus seres queridos.

Con la muerte de Stalin en Marzo de 1953 llegaron ciertos aires de cambio en algunas políticas de la URSS. Esos cambios serían cruciales para el colectivo de los exiliados españoles en la Unión Soviética: por primera vez se atisbaba la posibilidad de poder retornar a la patria. Las arduas negociaciones entre España y la URSS, dieron como resultado que entre los años 1956-57 se pudieran organizar seis expediciones de retorno. Teresa y sus dos hijos regresaron en la última, llegando a Castellón en Mayo de 1957. Su marido se quedó en Ucrania, tal vez por ser conocedor de que en abril de 1940, el Juzgado Militar de Dolores-Alicante, había ordenado su busca, captura e ingreso en la cárcel de San Miguel de Orihuela, tras haber sido condenado a tres penas de muerte, una de ellas a garrote vil.

Como para tantos otros repatriados, el regreso no fue sencillo. El silencio y el miedo eran una constante en la sociedad española de mediados de la década de los 50. La política del terror llevada a cabo por el gobierno franquista, durante los años siguientes a la Guerra Civil, había dado sus frutos. Cualquier persona del bando perdedor era candidata a ser fusilada, encarcelada, torturada, señalada socialmente o a ver como sus bienes eran incautados. En ese ámbito, recibir a unos familiares que volvían de un país comunista y ateo, como era vista la Unión Soviética por una sociedad ultra católica y aislada, acrecentaba las dificultades. Si a ello sumamos que, a una economía muy modesta, se añadían tres bocas más que alimentar, la situación se volvía ciertamente ardua.

La familia de Teresa era profundamente religiosa. Desde hacía varias generaciones era la encargada de custodiar la imagen de Nª Sª de la Encarnación en su pueblo natal de Catral. Todos los domingos de Resurrección salía desde el domicilio de su tía, Mariana Calvo Penalva, en la calle San Juan nº31, la imagen de la virgen. Pese a ello, la represión que había sufrido la familia había sido brutal. A sus tías Concepción y Josefa les raparon el pelo y fueron obligadas a limpiar las fachadas en las que había pegados pasquines republicanos, teniendo poco después que abandonar el pueblo. Rapar a las mujeres era un castigo de género ejercido muy habitualmente por la dictadura franquista: “Mientras que ellos habían caído en el frente, habían sido ejecutados o huían ante la llegada de los sublevados, ellas permanecían en los pueblos, a cargo de sus familias, en miseria, y eran, muchas de las veces, juzgadas en tribunales militares en los que se decidía qué mujeres debían ser vejadas y marcadas por haber contribuido al derrumbe de la moral. Así se extendió el corte de pelo al rape y la ingesta de aceite de ricino para provocarles diarreas y pasearlas por las principales calles de las poblaciones «liberadas», acompañadas por bandas de música. No se trataba tanto de apartar o perseguir al enemigo, sino, más bien, de exhibir una especie de «deformidad» generada en la República. Era algo más que un abuso ejercido sobre las mujeres, fue un ataque a un modelo de mujer libre e independiente.” (Las rapadas. El franquismo contra la mujer de Enrique González Duro). Por otra parte, su tío José, sin ideología política alguna, empezada la Guerra Civil, le es requisado un camión de su propiedad y es puesto a disposición de la República. Dado que él era el dueño y con el fin de no separarse de su vehículo, se prestó a conducirlo. Este hecho fue motivo suficiente para que, una vez terminada la guerra se le abriera un proceso penal y fuera fusilado por colaboracionismo con la república. Diez días mas tarde la familia recibió una notificación en la que se les comunicaba que había sido un error. Otro tío, Manuel, el hermano varón mas pequeño de Teresa, estuvo un tiempo en el campo de concentración de Albatera.

Es pues lógico pensar que, en este contexto familiar, la vuelta a España de Teresa, que ya tenía 46 años y sus dos hijos 17 y 10, supusiera, además de la lógica alegría del reencuentro y el buen recibimiento de sus hermanas, todo un problema en aquella sociedad tan cerrada y predispuesta aún al señalamiento. Teresa y sus hijos se instalaron durante unas semanas en la casa de su madre, Teresa Calvo Penalva, para entonces ya viuda, que vivía en el pueblo de Dolores. Poco después se trasladaron a casa de sus hermanas en Almoradí, para terminar residiendo en el barrio del Carrús, en las afueras Elche. (Barrio que ostenta, según datos de la agencia tributaria de 2019, el dudoso título de ser el barrio mas pobre de España)

En junio de 1957, Teresa, tuvo que presentarse en el cuartel de la guardia civil de Almoradí que elevó un informe sobre ella al Gobierno Civil en el que se dice: “se tienen noticias de que en alguna ocasión llegó a vestir pantalones, gorro, un pañuelo encarnado al cuello y al cinto una pistola”, pero no se tiene noticia de que participara en hechos de sangre. A pesar de su simpatía y agradecimiento hacía la Unión Soviética por el recibimiento y la acogida que ese país proporcionó a su familia y al colectivo de exiliados españoles en general, en junio de 1957 justificó su retorno a España declarando que quería que sus hijos “se críen y eduquen en un ambiente distinto al de absoluta depravación y amoralidad que impera en la URSS”. Argumentario muy en la linea de la propaganda que el gobierno franquista había inculcado a la población española desde que La República envió a sus niños a la URSS. No es por tanto extraño que, o bien hubo de firmar lo que le pusieron delante, o bien declaró lo que querían oír, con el fin de intentar rehacer su vida y la de sus hijos con la máxima normalidad posible.

Pero haber sido un cargo comunista durante La República y haber pasado tantos años en la Unión Soviética, era algo que, en aquella España de mitad de los años cincuenta, los dirigentes y una parte de la sociedad no estaba dispuesta a perdonar. Su hija Maria Teresa, de diez años, entró a estudiar en el colegio nacional de Elche, situado en la calle Salvador, siendo requisito imprescindible para su ingreso poseer la fe de bautismo y haber realizado la primera comunión. En el mismo día, ambos hermanos realizaron los obligados actos litúrgicos. Debido a las dificultades económicas, Maria Teresa tuvo que abandonar sus estudios un año después, para ponerse a trabajar. Su hermano Antonio, que después de salir de la casa internacional de Ivánovo había estudiado en una escuela de formación profesional de Dnieprodzerzhynsk, entró a trabajar en la conocida fábrica de caramelos “Damel”, en la sección de carga y descarga de sacos de azucar. Trabajando en esa empresa, un compañero le enseñó un retrato preguntándole si sabía a quien pertenecía. Su respuesta fue rápida: ¡A Lenin!. Este rebuscado suceso fue suficiente para ser despedido. La versión de la empresa fue que “junto con otro repatriado que también había sido empleado allí, no hacían otra cosa que “estropear material, trabajar poco y distraer a los restantes obreros”. Sin embargo, en el informe de la policía al gobierno civil del 8 de octubre de 1957 figura que su despido se debió a “haber exhibido un retrato de Lenin en los talleres en que trabajaba y seguramente hablar de los logros de la URSS”. Poco después, por mediación de un familiar, entró a trabajar en la fábrica de calzados “El Trust”. Ante las escasas perspectivas de una vida normal y libre de prejuicios, sin arrastrar siempre el sambenito de retornados de la URSS, sobre todo por sus hijos, poco a poco se va formando en la cabeza de Teresa la idea de retornar a la Unión Soviética. Con ese motivo escribe una carta a Carmen Polo, la mujer de Franco, solicitando ayuda para poder salir de España. No consta si obtuvo respuesta. En diciembre de 1958 se dirigió al gobierno civil para obtener un pasaporte que permitiera su salida y la de sus hijos, hacia Roma.

En 1959, una vez resuelto el papeleo, Teresa y sus hijos se desplazan a Barcelona, donde cogieron un barco rumbo a Italia. Tras tres días de navegación desembarcaron en el puerto de Nápoles, continuando su viaje hasta Roma. Una vez en la capital, el destino les tenía preparada una nueva sorpresa. Cuando llegaron al consulado soviético se dieron cuenta de que el visado había caducado, comunicándoseles que tenían que volver a España. La situación era crítica. Todo lo ahorrado lo habían empleado en aquel viaje y no tenían dinero para regresar. Teresa decidió gestionar un nuevo visado. Los diez días de espera se hicieron muy largos. Se alojaron en una fonda, durmieron los tres en una cama de matrimonio y sobrevivieron a base de beber agua del grifo y comer pan, que compraban, para acompañar a unas latas de conserva que Teresa había metido en la maleta. Cuando llegó su nuevo visado, sus problemas aún no habían terminado. No tenían dinero para proseguir el viaje. En un acto desesperado, Teresa, se dirigió a la sede del Partido Comunista en la capital italiana, solicitando hablar con Togliatti. Su intención era pedirle un pequeño préstamo, que pretendía devolver cuando llegaran a Ucrania, para continuar el viaje con cierto desahogo. Togliatti la recibió. Sus dos hijos hijos esperaron fuera. Cuando salió, su madre lloraba. Si bien les había proporcionado el dinero justo para poder proseguir el viaje, el préstamo fue denegado. Cogieron un tren que les llevó a Viena. Allí fueron a la embajada soviética, donde le relató al funcionario el trato recibido por Togliatti. No salia de su asombro. Los invitaron a comer en un buen restaurante y le dijeron que los esperarían en Budapest. Y así fue. El viaje prosiguió sin mas complicaciones, via Kiev, hasta llegar por fin a Dniepropetrovsk. Su marido se había trasladado a esta ciudad durante el periodo en que la familia había estado en España, debido a que en Dnieprodzerzhynsk ya quedaban pocos españoles. Habían pasado dos años.

El retorno a la URSS, tanto de los exiliados políticos que se marcharon para evitar la cárcel o incluso librarse de ser pasados por las armas, como por parte del resto de evacuados, fue notable. Las razones fueron muy diversas. En unos casos las causas fueron afectivas: nunca lograron encajar en unas familias en las que se sentían extraños. En otros casos, los motivos fueron económicos, pues sus titutalaciones no eran reconocidas en España y malvivían en casas de amigos o familiares. También contribuyó el hecho, entre aquellos que volvieron con hijos, de la inadaptación de ellos en las escuelas y en la sociedad en general. Si a todo ello sumamos el constante acoso y vigilancia por parte de las autoridades y la presión que ejercía la iglesia sobre todos ellos, a los que veía como “gentes sin moral”, es fácil de entender que, a pesar de que ellos hubieran preferido quedarse en su patria, tomaran la decisión de volver a un país que siempre los había recibido con los brazos abiertos.

años después, en 1971, Antonio y Teresa, que ya contaban con 64 y 60 años respectivamente, decidieron que ya era hora de regresar a su país, por lo que solicitan el retorno a España. Aunque en un principio no obtienen respuesta, cuando la reciben, se encuentran con la sorpresa de que viene concedida, pero con destierro. Es decir, no tenían derecho a vivir en la provincia de Alicante durante cinco años. No solo eso: además deberían proporcionar el contacto de una persona, que viviera fuera de dicha provincia, para que se responsabilizara de los actos del matrimonio. Enseguida Teresa se carteó con su familia solicitando ayuda. Por suerte, una sobrina suya se había casado e ido a vivir con su marido a Cartagena. Gracias a su aval pudieron regresar, instalándose en la ciudad murciana.

La vida nunca les había resultado sencilla. A pesar de que en la Unión Soviética tenían los documentos en regla, en España, Antonio figuraba casado con otra mujer, por lo que aún les quedaban varias gestiones por realizar para regularizar la situación en su país. Con el tiempo pudo establecer una relación, mas o menos correcta, con las hijas que habían quedado en España. En cuanto a su situación económica no era boyante. Comenzaron a cobrar 1.200 pesetas mensuales cada uno por la SOVI (Pensión del Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez), una cantidad muy pequeña si tenemos en cuenta que en aquel año el salario mínimo interprofesional era de 4.075 pesetas mensuales. Antonio Manresa el 2 de enero de 1985 con 78 años; sus dañados pulmones no lograron resistir mas tiempo. Su mujer Teresa Rodríguez tuvo una larga vida. Murió el 07 de febrero del 2001, con 90 años. Atrás había quedado un periplo lleno de ideales, de lucha ante las adversidades y coraje. Mucho coraje.

Sus hijos, Antonio y Maria Teresa, que habían quedado en la Unión Soviética, regresaron en 1978. En septiembre de ese año lo haría Maria Teresa con su marido e hijo y un mes mas tarde su hermano, con su mujer e hija. Antonio se había casado con una muchacha de origen hebreo y Maria Teresa con Jose Luis Vara Campillo, hijo de los también exiliados en la Unión Soviética, Leandro Vara Rodríguez y Emilia Campillo López. Pero esa es otra pequeña pieza de ese gran puzle que formaron los exiliados republicanos españoles en la URSS, y que espera ser colocada en su lugar correspondiente.

FUENTES:

• Maria Teresa Manresa Rodríguez, hija de Teresa y Antonio
• El regreso de los Exiliados a la URSS, de Francisco Moreno Sáez
• El Salto del País Valenciâ, 28/03/2022
• AICA (Asociación de investigadores Castrum Altum) de Catral (Nov.-Dic. 2018)
• Las rapadas. El franquismo contra la mujer, de Enrique González Duro
• Archivo “Represaliados en Alicante”
• Asociación de Obreras Sogueras de Callosa de Segura, en Mujeres Activistas 1920-1939, de la Universidad de Alicante, 24-04-2022.
• La Huida imposible. Repubicanos españoles en los campos de concentración Argelinos, de Antonio Ramirez, Universidad de Almería. Historia del presente 28, 2016/2, 2ª época pp.87-98
• Cien años de desigualdad. La situación legal de la mujer española durante el siglo XX de Juan Ramón Rodríguez Llamosí. Magistrado decano. Master en humanidades.
• Y un agradecimiento especial a Jose Antonio Vara Manresa, por ponernos en contacto con su madre Maria Teresa Manresa

 

 

 

 

Callosa del Segura (1907-1985), y Catral (1911-2001). Alicante

Antonio y Teresa

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